sábado, 12 de marzo de 2016

El docente de hoy


Las transformaciones que ha sufrido el proceso  educativo  durante estos años han sido significativas, desde la propia concepción de la escuela como lugar de aprendizaje, hasta los roles del docente y del alumno.
Hemos pasado afortunadamente de una educación como proceso  para adquirir conocimientos, a una educación en valores, para la vida y la libertad. De una alumno adecuadamente disciplinado y pasivo a un escolar con potencialidades, aptitudes y diferenciado entre pares.
De la adquisición de conceptos y nociones por medio de la memoria y la reproducción, hemos pasado a un aprendizaje constructivo que involucra a todos los medios y sentidos para elaborarlo, aprehenderlo y transferirlo.
Ejercer por tanto el magisterio en la actualidad, requiere de unas características personales especiales, partiendo de que su trabajo se desarrolla con personas en etapa de formación. El docente ha de poseer:

Dinamismo: Manifiesto en  ser receptivo a nuevas ideas y permitirse incorporarlas a su práctica pedagógica, aún cuando, implique errores, de ellos también se aprende

Receptividad: Usar su capacidad como observador para captar las necesidades, diferencias y  potencialidades en sus alumnos

Proactividad: En términos de dar respuesta a las dificultades cotidianas de su práctica y deconstruir las formas didácticas tradicionales para resolver los “nudos” que se producen al enseñar.

Sensibilidad: Para entender las diferencias en cuanto a ritmo y necesidades de sus alumnos.

Habilidades comunicacionales: Le permitan transmitir ideas o nociones por diversos medios en forma tal que siempre llegue su mensaje.

Capacidad de reflexión: sobre los procesos que se activan en sus alumnos y su propia práctica profesional, dado que la cotidianidad y los lineamientos institucionales generalmente, conspiran contra esta acción.


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